viernes, mayo 25, 2007

Cronica de una boda anunciada (y III)

Además durante el banquete dimos el cante… Bueno, nosotros no, un grupo de tenores y sopranos… El restaurante nos dio la posibilidad de que amenizasen la cena cantando, pero no en plan moñas… que va… estuvo genial, ya que iban vestidos de camareros y en la primera canción una de las componentes del grupo sin previo aviso empezó a pasearse por la sala y a bailotear… la gente flipaba. Se miraban entre ellos y nos miraban a nosotros… y ella empezó a cantar… la gente con la boca abierta… Fue una risa. Creo que nadie se esperaba algo parecido. Al final cantaron opera y zarzuela (entre ellas un fragmento muy divertido de “Gigantes y Cabezudos” que no podía faltar y la gente agradeció con risas y aplausos). La música hizo que la cena fuese de lo más amena: había ratos de charla en las mesas y ratos de escuchar los cantos… creo que fue una idea muy buena porque hizo que a la gente se le pasase volando el banquete…
Después vino el postre, y ahí fuimos nosotros los sorprendidos: apareció la tarta con una tía micrófono en mano, cantando “Por debajo de la mesa” de Luís Miguel. Yo soy muy anti-moñas pero supongo que por ser mi boda y estar con la fibra sensible, me pareció muy bonito y acabamos bailando los dos allí delante de toda la peña.

Una vez acabada la cena, la gente tampoco se esperaba lo que hicimos: hicimos la típica entrega de regalillos pero nos la curramos un poquillo más. A las hermanas ramos de rosas blancas, a las madres ramos de rosas rojas (a estas alturas ya había quien estaba con el moco colgando), a los abuelos unos marcos de plata con unas fotos de la boda (aquí ya fue el mar de lágrimas…jejeje) los trozos de tarta para los siguientes en casarse, una concha de merengue para una de mis primas (con la que tengo una relación genial desde que era pequeña y acabó mapache total de los lloricos que se echó) y botes de miel para las solteras (la etiqueta que les preparé rezaba: para endulzar la espera del príncipe azul)… Estuvo muy divertido porque entre tanto nosotros hacíamos un poco el tonto dando vueltas alrededor de las mesas…


Aquí los dos con mi prima y su señor esposo



Después lo típico, barra libre y música para amenizar la velada hasta que llegó la recena: Migas a la pastora y porrones de vino… 100% aragonés. Las migas las sirvieron 3 de mis amigas a las que el restaurante pertrecho de delantal, gorro de cocinero y cucharón de kilo, y aunque las migas estaban güenas, güenas (que voy a decir yo, que es uno de mis platos favoritos) solo pude probar unas poquillas porque corría el riesgo de reventar en el vestido y matar a unos cuantos invitados por la explosión y los efectos de la onda expansiva.
Y la noche acabó. Creo que la gente se fue feliz, más que nada por algunos comentarios que me hicieron y por las caras de la gente al despedirse, y que disfrutaron de la cena tanto como nosotros (bueno, tanto supongo que no, pero por ahí, por ahí).
Y hasta aquí puedo leer, ya que el resto, esta censurado…
Jejeje

2 comentarios:

Marisa Beato dijo...

!Ays, menudo bodorrio me he perdido! Chica yo hubiera ido encantada, de haberlo pedido, a hacer esas fotos del condumio.
;-D

Anónimo dijo...

¡Qué boda más bonica! A ver si me sale a mí parecida ;)

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