lunes, octubre 23, 2006
Comer por los sentidos
8:58 p. m. |
Post de
Doña Col |
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Si digo que no solo comemos con la boca, algunos pensareis que estoy loca...
Pero creo que razón no me falta y por eso voy a explicarme más.
Tanto cuando soy la invitada, como la anfitriona, me gusta que todos los sentidos sean alimentados, lo mismo que cuando voy a comer a un restaurante.
Todos estaremos de acuerdo en afirmar que el sabor de un plato es determinante a la hora de satisfacer nuestras expectativas culinarias pero ¿y el resto de los sentidos?
La vista está muy relacionada con la alimentación tanto, que si un plato tiene un aspecto que nos repugne no lo comeremos, a menos que se trate de una apuesta, que queramos quedar bien o el vino que le acompañe sea cabezón y colabore en la deglución del plato. Además también conviene cuidar la iluminación de la sala. La luz debe permitirnos ver, por lo menos, el plato que estamos comiendo, la cara de nuestros acompañantes y tiene que permitir vislumbrar los perfiles de la sala, para no dejarnos los piños contra la primera columna que nos salga al paso ala primera de cambio. Hay quien piensa que una cena romántica es jugar a las tinieblas... pos noooo... ÑIII... error.
El tacto también importa, de hecho es un campo en el que actualmente se está avanzando mucho con la creación de nuevas texturas. Meterte un bocado en la boca y que su textura nos sorprenda siempre es una experiencia única. Nuestro cerebro se conmociona durante los breves instantes en los que es incapaz de relacionar el sabor con la textura y siempre resulta divertido el resultado final, casi siempre debido a la cara de confusión primero y sorpresa después, que se nos queda.
El olfato también es fundamental, ya que sin el no captaríamos los gustos en su totalidad. Además es importante no “encubrir” los olores de un plato o una bebida, pulverizando como locos la sala con ambientadores de rosas, pitiminí o pachulí de las indias orientales... Si tan mal huele la sala, pos se abren las ventanas y se jorea bien... Otra cosa que no soporto es que la sala huela a comida antes de sentarme a la mesa. Esto solo logra que mi pituitaria se sature y con ello se me vayan las ganas de comer (mucho peor si huele a fritangas ya que mis higadillos se retuercen y llega la triple arcada mortal).
Y por último, y no por ello el menos importante, el oído. Ya se que por regla general los platos no “suenan” (algunos si, y si no que se lo digan al poeta de la Mousse) ... ¿Pero que me decís de el sonido ambiente? Tengo muy claro que por que a mi me guste escuchar Rammstein o Nightwish para activar mi materia gris, no le tiene porque gustar a todo el mundo cenar con esa música ya que hay quien puede llegar a estresarse. Hay que pensar en aquello que le va bien al tipo de alimento que vamos a servir y nunca ponerlo a un volumen excesivo, ya que basta con que se capte la melodía sutilmente. Suele ser muy agradable y además tiene la ventaja de que si no le gusta la música a nuestro invitado, no le molestara, y si le gusta, preguntará que está escuchando y dará un tema de conversación bastante majete para la cena. Alguna recomendación al respecto podría ser lo último de Nena Daconte o Richard Bona. De todos modos podemos hacer nuestros propios discos para tal fin que anda que no tenemos ratos tontos ni perdemos el tiempo...
¿Tengo que empezar a preocuparme? ¿Soy un perro verde? ¿Me paso de moñas o tiquismiquis? Ya me contareis vuestras opiniones al respecto.
Pero creo que razón no me falta y por eso voy a explicarme más.
Tanto cuando soy la invitada, como la anfitriona, me gusta que todos los sentidos sean alimentados, lo mismo que cuando voy a comer a un restaurante.
Todos estaremos de acuerdo en afirmar que el sabor de un plato es determinante a la hora de satisfacer nuestras expectativas culinarias pero ¿y el resto de los sentidos?
La vista está muy relacionada con la alimentación tanto, que si un plato tiene un aspecto que nos repugne no lo comeremos, a menos que se trate de una apuesta, que queramos quedar bien o el vino que le acompañe sea cabezón y colabore en la deglución del plato. Además también conviene cuidar la iluminación de la sala. La luz debe permitirnos ver, por lo menos, el plato que estamos comiendo, la cara de nuestros acompañantes y tiene que permitir vislumbrar los perfiles de la sala, para no dejarnos los piños contra la primera columna que nos salga al paso ala primera de cambio. Hay quien piensa que una cena romántica es jugar a las tinieblas... pos noooo... ÑIII... error.
El tacto también importa, de hecho es un campo en el que actualmente se está avanzando mucho con la creación de nuevas texturas. Meterte un bocado en la boca y que su textura nos sorprenda siempre es una experiencia única. Nuestro cerebro se conmociona durante los breves instantes en los que es incapaz de relacionar el sabor con la textura y siempre resulta divertido el resultado final, casi siempre debido a la cara de confusión primero y sorpresa después, que se nos queda.
El olfato también es fundamental, ya que sin el no captaríamos los gustos en su totalidad. Además es importante no “encubrir” los olores de un plato o una bebida, pulverizando como locos la sala con ambientadores de rosas, pitiminí o pachulí de las indias orientales... Si tan mal huele la sala, pos se abren las ventanas y se jorea bien... Otra cosa que no soporto es que la sala huela a comida antes de sentarme a la mesa. Esto solo logra que mi pituitaria se sature y con ello se me vayan las ganas de comer (mucho peor si huele a fritangas ya que mis higadillos se retuercen y llega la triple arcada mortal).
Y por último, y no por ello el menos importante, el oído. Ya se que por regla general los platos no “suenan” (algunos si, y si no que se lo digan al poeta de la Mousse) ... ¿Pero que me decís de el sonido ambiente? Tengo muy claro que por que a mi me guste escuchar Rammstein o Nightwish para activar mi materia gris, no le tiene porque gustar a todo el mundo cenar con esa música ya que hay quien puede llegar a estresarse. Hay que pensar en aquello que le va bien al tipo de alimento que vamos a servir y nunca ponerlo a un volumen excesivo, ya que basta con que se capte la melodía sutilmente. Suele ser muy agradable y además tiene la ventaja de que si no le gusta la música a nuestro invitado, no le molestara, y si le gusta, preguntará que está escuchando y dará un tema de conversación bastante majete para la cena. Alguna recomendación al respecto podría ser lo último de Nena Daconte o Richard Bona. De todos modos podemos hacer nuestros propios discos para tal fin que anda que no tenemos ratos tontos ni perdemos el tiempo...
¿Tengo que empezar a preocuparme? ¿Soy un perro verde? ¿Me paso de moñas o tiquismiquis? Ya me contareis vuestras opiniones al respecto.
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5 comentarios:
Tienes toda la razón, ¡ pero tu sabes la de trabajo que da hacer todo eso !, te cuento que tengo un problema, cuanto más me curro el detalle menos disfruto de la cena o del evento en cuestión...
Hay un sitio en Madrid, cuyo nombre no recuerdo pero que estara a tiro de Google, en el que al cenar te dan unos auriculares y cada plato se acompaña de un tipo de musica.Eso si, en el sitio donde lei la noticia lo ponian de tonteria para arriba...:)
A mi es que me gustan este tipo de pijadas y al igual que está bien preparar el menú, preparas el resto...
Lo de los auriculares ya me parece un poco excesivo...
En BCN hace tiempo montaron un restaurante en la avda Diagonal (cerca de la plaza F.Macià, doy detalles porque no me acuerdo del nombre) hoy ya finiquitado gracias a dios, muy estiloso, moderno y feng-shui, donde tenias una tv pequeña en cada mesa, con música diferente depende del espacio y con los platos y accesorios muy "in" y originales. Claro está la comida de fusion, tan de fusion que quitaba el sentido de tan mala que era. Los platos también tenian nombre y apellidos, y mil y una pijadas. Hay que cuidar los sentidos pero sin olvidar la base, una comida de calidad. Lo otro es accesorio, sin dejar de ser importante, pero accesorio. Por cierto la iluminación muy cuidada también, el problema es que una de las lampara de "desing" quedaba a la altura visual de los comensales, cuando intentabas apartar los hilos metálicos resulta que a parte de aguantar la bombilla alógena por supuesto, te pasaba la corriente. A lo mejor era para tener otras "sensaciones" como el tacto con reminiscencias olfativas a "churruscado".
Obviamente, lo más importante es un buen plato, pero el resto acompaña a la hora de conseguir la "satisfacción" de nuestros comensales.
Lo que comentas Tiriti ya me parece un poco pasarse de rosca...
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